EGUNEKO GAIAK
ERREPORTAJEA
CIERRA EL HISTÓRICO CARLOS III DE IRUÑEA
LAS SALAS DE CINE AGONIZAN ANTE OTRAS TENDENCIAS DE OCIO
El histórico cine Carlos III, de Iruñea, ha echado la persiana para siempre. Ni las más modernas innovaciones tecnológicas han evitado el continuo descenso de espectadores, confirmando así la tendencia agónica de las salas de proyección en las últimas décadas.
IÑAKI VIGOR

Las salas de cines, como los seres humanos, nacen, crecen, se desarrollan y mueren. Para muestra, un botón: Iruñea. Hace poco más de un siglo, en 1912, comenzaron a exhibirse en el Teatro Gayarre las primeras películas mudas y en blanco y negro. A partir de 1930 llegaron las sonoras, después el color y más tarde el cinemascope, que obligó a ampliar las dimensiones de las pantallas. El cine se convirtió así en espectáculo de masas y vivió sus años dorados a partir de 1940, cuando fueron surgiendo salas por el centro y barrios de la ciudad.
En los años 70 todavía eran uno de los principales lugares de ocio del fin de semana, junto con las discotecas, campos de fútbol, frontones y bares, e incluso había que acudir con mucha antelación a la taquilla para no quedarse sin entrada. Pero la expansión de la televisión comenzó a restarle espectadores y le provocó la primera gran crisis, y eso que en aquellos años se podía ir al cine del barrio por solo tres pesetas. Así, en 1970 cerró el cine Amaya, que se había abierto en 1951 en el barrio de Errotxapea, y en 1978 cerró El Alcázar, levantado frente a la Plaza del Vínculo en 1942.
En los años 80 el ‘‘boom’’ del vídeo doméstico causó otro gran bajón en la afluencia de público al cine. Las salas de proyección se adaptaron a los nuevos tiempos con obras de gran envergadura: transformaron las grandes salas en multicines, mejoraron la calidad del sonido y la imagen, y suprimieron los anfiteatros o ‘‘gallineros’’, a los que solían ir las personas con menos recursos. Eso no evitó el cierre de varias salas en esa década: en 1981 lo hizo el cine Guelbenzu y en 1984 le siguió el cine Aitor, ambos en Arrosadia; en 1985 cerró el cine Avenida, sito en la calle Cortes de Navarra desde 1943; el cine Mikael, que usaba el salón parroquial de San Miguel, cerró en 1987, y un año después le llegó el turno al cine Chantrea, que había intentado sobrevivir, al igual que las salas de otros barrios, mediante la exhibición de películas pornográficas.
La crisis más profunda para el cine llegó en los años 90 con la aparición de las plataformas digitales de televisión, que multiplicaron la oferta de películas para verlas cómodamente en el salón de casa. En solo tres décadas se había dividido por cinco el número de asistentes a las salas de Iruñea. Esa crisis provocó el cierre de los Cines Iturrama en el año 1997.
Internet, piratería y subida del IVA
A finales del pasado siglo las salas de cine continuaban su larga agonía, pero todavía faltaba la puntilla. Esta llegó «con el abaratamiento de la alta tecnología del sector y el acceso de la gente al ámbito de la imagen, y sobre todo por la extraordinaria irrupción de internet y de las redes sociales como vehículo de comunicación». Así lo explica Ramón Herrera, periodista de Iruñea, divulgador cinematográfico y autor de varios libros sobre el cine.
«Estos fenómenos –añade– han acarreado la muerte biológica, o casi, de lo que antes era conocido como cine. Por el contrario, el audiovisual goza de una extraordinaria salud, a través de los canales más insospechados y siempre a nuestro alcance. Tecnológicamente estamos conectados a la imagen, mientras que el cine se muere de puro viejo o está a la espera de cómo adecuarse y vehicularse también, como negocio que es, a esos canales de la comunicación global del tercer milenio».
Ramón Herrera señala, además, otras circunstancias que han echado «la última paletada de tierra al cadáver cinematográfico: la piratería, el 21% de IVA sobre las películas impuesto por el Gobierno del PP, y el desamparo de la producción autóctona ante el colonialismo cinematográfico yanqui».
Junto a ello, apunta otro fenómeno que se viene dando en los últimos años: el cambio de hábitos en el consumo familiar de películas. «A la hora de elegir pantalla grande –resume–, optan por las salas de los centros comerciales, en los que pueden devorar cine y comida basura».
Efectivamente, así ha ocurrido en Iruñea. Los cines Príncipe de Viana, que habían permanecido abiertos desde 1940 en el centro de la ciudad, cerraron en 2005 para dar paso a un edificio de apartamentos; los cines Olite, inaugurados en 1961 en el Segundo Ensanche, cerraron en 2014, y ayer echaron la persiana definitiva los cines Carlos III, los más grandes y emblemáticos de la ciudad.
De nada le ha servido a la empresa Saide –propietaria de estas y otras salas de cine que también han ido cerrando– incorporar en Carlos III las últimas innovaciones en tecnología audiovisual, sonido digital, proyección digital y 3D, instalar grandes pantallas y colocar 1.100 butacas ergonómicas en cinco salas con la inclinación adecuada para ver perfectamente la película, además de facilitar la venta de entradas por teléfono o internet, poner dos días semanales como ‘‘día del espectador’’ a 4,5 euros la entrada, o precios reducidos para familias numerosas, mayores de 65 años y carnet joven.
‘‘La verdad duele’’ ha sido una de las últimas películas proyectadas en Carlos III, y la verdad es que en menos de medio siglo han cerrado una docena de cines de Iruñea y que todo el centro de la ciudad se ha quedado sin salas. Las más cercanas a la Plaza del Castillo se encuentran en el barrio Donibane, donde están Golem Baiona y Golem Yamaguchi. Esta empresa tuvo su embrión en el cine Ekhine del colegio de Capuchinos, donde solían exhibir cine de carácter político y comprometido tras la muerte de Franco. También posee doce salas en el centro comercial La Morea, de Cordovilla.
LA HISTORIA DE LOS CINES DE NAFARROA, ILUSTRADA CON APORTACIONES CIUDADANAS
Con el cierre de Carlos III, los cines del centro de Iruñea ya son historia, al igual que los de otras localidades navarras que han ido cerrado en las últimas décadas. Es una historia todavía cercana, pero que puede caer en el olvido debido a la desaparición de los edificios que estuvieron dedicados a esta actividad cultural y de ocio. De hecho, todos los antiguos cines de la capital navarra se han transformado en centros comerciales, oficinas o viviendas. Las excepciones han sido el Cine Novedades, en cuyo local está ubicada la Escuela Navarra de Teatro, y el Teatro Gayarre, que funcionó como cine y en la actualidad ofrece representaciones teatrales y actuaciones musicales.
Además de los cines comerciales, en la década de los 70 se crearon en Iruñea otras salas de proyección vinculadas a la Iglesia católica, en las que se exhibían películas destinadas sobre todo a los jóvenes, y con precios bastante más baratos. Entre ellas estaban el Salón Champagnat de los Hermanos Maristas, el Salón Loyola de los Jesuitas, el Oscus (Obra Social y Cultural Sopeña) del barrio de Nabarreria, el Centro Mariano de la calle Mayor, el cine Xavier en la parroquia San Francisco Javier, el cine Donibane en la parroquia de La Asunción, los salones de los colegios Ximénez de Rada y de los Salesianos, y el cine Ekhine, en el colegio de los Capuchinos de Errotxapea. También estaba el Cine Juventud, ubicado en la Casa de la Juventud, que exhibía sobre todo películas de arte y ensayo.
Estas salas han sido conocidas por toda una generación y han dejado infinidad de recuerdos en forma de fotografías, carteles, entradas e incluso autógrafos. Forman parte de la memoria colectiva, pero existe el riesgo de perderse para siempre si no se recopilan a tiempo. Por este motivo, el Archivo de la Administración de Nafarroa y las bibliotecas públicas del herrialde están recopilando todo tipo de documentos relacionados con los salones de cine entre 1940 y 1990.
El proyecto se denomina ‘‘Salón Cinema: cinematógrafos en Navarra’’, cuyo objetivo es reconstruir la historia más cercana relacionada con el llamado séptimo arte. Para ello, han solicitado la colaboración de las personas que dispongan de ese tipo de documentos y los quieran compartir con el resto de los ciudadanos. Esta recopilación permitirá reconstruir tanto el aspecto físico de los cines desaparecidos como el trasfondo sociocultural de ese medio siglo, incluida la censura que se aplicaba en la dictadura.
Los documentos gráficos y otros recuerdos se pueden entregar en el Archivo de la Administración (antiguo edificio Super Ser) o escribir al correo
saloncinema@navarra.es.I. V.
Araba, Bizkaia y gipuzkoa, con Ayudas, resisten mejor la crisis
A diferencia de Nafarroa, en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa existen ayudas oficiales para las salas de cine, en especial para las más pequeñas. Estas ayudas llegan a través de la asociación pública Zineuskadi, una asociación pública promovida por el Gobierno de Lakua que tiene como colaboradores a Europa Creativa Media, Donostia Zinemaldia, EITB y EPE-APV (Euskal Produktoreen Elkartea-Asociación de Productores Vascos).
El pasado año estas ayudas ascendieron a 160.000 euros, y la mayor parte (125.000 euros) se destinaron a salas pequeñas, con un máximo de tres pantallas.
Estas subvenciones, junto a la rápida digitalización de las instalaciones y la arraigada afición cinéfila, han permitido resistir mejor la crisis. De hecho, apenas a habido cierre de cines, que son 66 y suman 177 pantallas.I. V.